Ni cabe duda que este campeonato será recordado por su desastroso término. Salvo su campeón legítimo y parejo: la Universidad Católica, lo demás deja que hablar.
Jugar tantos partidos en tan poco tiempo es la excusa perfecta para los técnicos y dirigentes para su mal rendimiento. Sin embargo, gracias al escaso plantel que tienen la mayoría de los elencos pudimos ver mucha cantera en cancha. Si respondieron o no es cuestión de seguir dándole responsabilidad. Al menos el campeón se lució con los suyos y fueron factor importante en el éxito conseguido.
Van a copas internacionales algunos equipos que sabemos no invertirán y poco se espera de ellos. La Universidad de Chile viene en un cambio profundo. Los de Santa Laura avisaron que rebajarán el costo del plantel. Y suma y sigue. Tanto esfuerzo solo para poner en redes sociales que clasificaron. Se adelanta un desastroso desempeño. Basta observar la falta de seriedad de Antofagasta al finiquitar un entrenador que los mantuvo en zona de clasificación y con el plantel que tienen.
Siento mucha pena por quienes descendieron. Iquique y Coquimbo Unido demostraron un fútbol digno de ver y entretener. Será difícil la vuelta. La primera B es otra cosa.
El VAR también coopero con el desastre. Este año fue complejo. No existe el mismo criterio ante faltas iguales. Y la lentitud en la toma de decisiones hace que el juego se torne incierto, poco atractivo e injusto. Deberán mejorar. Deberán hacerlo. Creo firmemente que, a diferencia de lo que muchos sostienen, ha contribuido a eliminar suspicacias históricas en el fútbol. Al menos tienes ahí la forma en cómo se resuelve, de cara a todos.
Por último, ha asumido Martin Lasarte como técnico nacional. Conoce el medio, es respetado, tiene jerarquía y, como dice un amigo uruguayo, lo que toca lo transforma en oro. Esperamos que así sea. Éxito Martin.
Por Cristián Ramírez Tagle