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¿Quién es el roto?

Por Nidia Araya

por lavanguardiachile
25/01/2021
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El concepto de “roto/a” se refiere, en la actualidad, a quien usa un lenguaje vulgar y carece de empatía social, se aplica sin distingo de raza, edad o situación socioeconómica pero no siempre fue así. No hay acuerdo sobre su origen pues hay quienes lo asocian a una ceremonia de iniciación, la “rutu chicu”, practicada por los quechuas en nuestro territorio a los varones cuando cumplían cinco años de edad la que consistía en cortarles su trenza y depilar su cuerpo; los mapuches realizaban algo similar pero a los quince años con los jóvenes que iniciaban sus prácticas guerreras. Otros aceptan que es de origen hispano y que hace alusión a algo descompuesto o a quien se viste de modo andrajoso, situación que fue muy evidente entre la tropa que acompañó a Diego de Almagro en su viaje hacia nuestras tierras en el año 1536; esta expedición fue la más grande y suntuosa jamás organizada en toda América, pero que no encontró los tesoros anhelados y volvió al Perú apenas con vida, de aquí en adelante se habló de los “rotos de Chile” al referirse a quienes participaron de ella y volvieron derrotados moral y económicamente a la capital incaica.

Terminado el período de la independencia, las nacientes repúblicas latinoamericanas se enfrascaron en disputas territoriales debido a lo impreciso de los límites existentes entre las que fueron parte del gran imperio español y también al deseo de las noveles autoridades de estos Estados de establecer dominio en vastas zonas de la región, concepto propio de una época en la que se iniciaba a nivel europeo el fenómeno político-económico del Imperialismo. Es así como entre 1836 y 1839 nuestro país enfrentó a la Confederación Perú-Boliviana, constituyéndose en el primer conflicto bélico internacional de nuestra Historia y en el que la masa popular chilena tuvo una gran participación. A esta masa se le distinguía según donde ejercían sus labores, así en el campo hablamos de gañán, peón e inquilino, y en la ciudad son los “rotos”, es decir, aquellos que cubren pobremente sus cuerpos y tienen un aspecto desaliñado. Así, cuando el 20 de enero de 1839 nuestras tropas alcanzan el triunfo en la batalla de Yungay, localidad peruana, no hubo duda de que el resultado se debió a la acción conjunta de los chilenos. Se creó una canción que fue entonada por la ciudadanía cuando las tropas desembarcaron en Valparaíso y en su entrada a Santiago: el “Himno de Yungay”, por muchos considerado como nuestra primera canción nacional, en el cual no se identificaba a nadie en particular sino que relata la batalla y el valor desplegado por la tropa. Es un canto al Pueblo. El gobierno de José Joaquín Prieto no dejó pasar este momento y para difundir en la sociedad el sentimiento nacionalista, el 5 de abril de 1839, decreta la creación del Barrio Yungay en los terrenos que pertenecieron a la familia de Diego Portales, que albergó sectores medios y populares además de gran parte de los intelectuales extranjeros contratados o asilados por nuestro Estado, como Claudio Gay e Ignacio Domeyko, entre otros. El símbolo del barrio lo constituye la plaza en la cual se erige el “Monumento al Roto Chileno” obra del escultor nacional Virgilio Arias, inaugurado en 1888, que representa a un joven de pie sobre una roca que semeja un arco de triunfo y que viste camisa y pantalón arremangado, empuñando en su diestra un fusil.

La figura del “roto chileno” aparece en el imaginario popular recién en el siglo XIX cuando su participación en la conformación del Estado nacional será fundamental para la defensa y extensión de las fronteras políticas y en el desarrollo de las diversas actividades productivas que se establecieron. Es decir, su reconocimiento estaba íntimamente relacionado con la estabilidad política y el enriquecimiento nacional, lo que no implicaba su aceptación social, todo lo contario. El “roto”, era descrito como gente sin moral, ignorante y corrupta, a la que debía de civilizarse, y así lo declararon eruditos como el venezolano Andrés Bello y el argentino Domingo Faustino Sarmiento, quien creía en una educación laica, pública y gratuita extensiva a todos los sectores sociales justamente para acabar con estas masas “de bárbaros”. Es por ello que nuestra historia patria hace caso omiso de la masa popular durante gran parte de su desarrollo y deberemos esperar al siglo XX para que este “roto” tenga alguna cabida en la política chilena a través de los partidos políticos de izquierda, que si bien no todos son de origen proletario, serán la voz de los que hasta ese momento no la tenían. De ahí que para la elite, hasta el día de hoy, ser de izquierda es sinónimo de ser “roto”.

El “roto chileno” es de origen mestizo, muchas veces de padre desconocido, descrito como esforzado, valiente, solidario, empeñoso, ingenioso, y al mismo tiempo, flojo, ladrón, sinvergüenza, ladino; valores y características que lo engrandecen, cuando se requiere que “aperren” ante las dificultades, y que les descalifica cuando alzan la voz. En los últimos años el “roto” se ha empoderado del escenario político y desconoce las estructuras institucionales que existen por considerarlas impuestas por una oligarquía que no los representa. Las redes sociales han fortalecido el sentido de pertenencia a este grupo que se manifiesta en la calle, que organiza ollas comunes y comedores solidarios, que debe salir a trabajar desafiando la epidemia y las inclemencias del tiempo; ese que se levanta temprano para ir a un consultorio, el que retiró todos sus fondos previsionales con el primer 10%, aquel que ya se dio cuenta de que trabajar y estudiar no llevan necesariamente a mejorar su calidad de vida. Para bien y para mal, “roto” somos todos, pues no hay grupo socioeconómico en Chile que no tenga sangre indígena y que no se identifique con alguna de las características antes mencionadas. La figura del “roto chileno” es reconocida incluso por nuestros vecinos regionales.

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No podemos confundirlo con el “flaite”, o vulgar ladrón que destruye y saquea, que no tiene arraigo ni respeto, y que lo mismo puede desfalcar un banco, apropiarse de nuestros recursos naturales, construir edificios a costa de la calidad de vida de las personas o destruir nuestras ciudades rompiendo semáforos y señaléticas, contaminar nuestro medio ambiente, asesinar o vender droga. Este es un delincuente común y corriente.

Este 20 de enero de 2021 no pudo celebrarse el día del “Roto Chileno” pero no importa, porque la verdadera fiesta de la chilenidad la tendremos el 11 de abril cuando los “rotos chilenos” voten por otros similares que nos representarán en el municipio, en la gobernación y lo más importante, por quienes redactarán una nueva Constitución, la primera que se escriba con nuestro esfuerzo, valor, solidaridad e ingenio. Por lo pronto a identificar quienes tienen el programa que nos representa y a dejar de lado a los que siempre han estado y no nos han escuchado. De nosotros depende que este 11 de abril podamos gritar muy fuerte ¡Feliz día del Roto Chileno!

 

 

Por Nidia Araya M.
Profesora de Estado en Historia y Geografía. Licenciada en Educación en Historia y Geografía Universidad de Santiago de Chile.
Magíster en Administración y Gestión Educacional Universidad Mayor

(*) Las opiniones vertidas en esta columna no reflejan necesariamente la línea editorial de «La Vanguardia Chile»

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