Nuestra mujer mas importante de la historia de Chile escribió «(…) a la madre presente, que no debe serle arrebatada por la fábrica o por la prostitución a causa de la miseria. Derecho a la madre a lo largo de la infancia, a su ojo vigilante, que la piedad vuelve sobrenatural, a su ímpetu de sacrificio que no ha sido equiparado ni por el celo de la mejor maestra» (Mistral). Así es, sobrenatural fue Marlene Arhens en su tiempo y en el deporte patrio.
Con el lanzamiento de jabalina, ganó para Chile la primera medalla olímpica ganada por una mujer. Este triunfo lo consiguió en los “Juegos Olímpicos de Melbourne”, en 1956.
También ganó dos medallas de oro en Juegos Panamericanos, cuatro medallas de oro en Campeonatos Sudamericanos de Atletismo y una medalla de oro en Juegos Iberoamericanos.
Nacida en Concepción. Practicaba diversos deportes. Marlene jugaba jockey los sábados y domingos; y vóleibol, los lunes y jueves por la noche. Además hacía gimnasia. La historia de la jabalina es así: una vez, después de terminar en Santiago la temporada de hockey, Marlene y su marido se fueron, junto a sus respectivos equipos, a la playa.
Ahí, todos se pusieron a lanzar piedras hacia el mar. Ella lo hacía incluso más lejos que los hombres. Todos se dieron cuenta de que Marlene tenía aptitudes físicas extraordinarias para el lanzamiento.
Cuando llegaron a Santiago, comenzó en el Club Manquehue la imparable carrera de Marlene Ahrens como lanzadora de jabalina. Dos semanas más tarde, Marlene participó en su primer campeonato de novicios. Ahí ella hizo una marca que sorprendió a todos.
Entre el 22 de noviembre y el 8 de diciembre de 1956, se celebraron los Juegos Olímpicos de Melbourne.
Marlene Ahrens fue la abanderada en el desfile de apertura. Era la única mujer de la delegación chilena.
El 28 de noviembre de 1956, cuando lanzó la jabalina, ésta se clavó a una distancia de 50,38 metros. Este resultado le valió para recibir la medalla de plata olímpica, sólo fue superada por la soviética Inese Jaunzeme, quien lanzó su jabalina a 53,86 metros y se adjudicó la medalla de oro.
Pensar que dicho logro lo obtuvo sin entrenador, sin sicólogo deportivo, sin ninguna preparación especial, solo su tenacidad y apoyo familiar la hicieron triunfar. Impensado para nuestros días.
Pero vino un triste final. Por culpa de nuestros nefastos dirigentes de la época. Hacia 1964, se había recuperado de las dolencias físicas y psíquicas; estaba en su mejor momento y con la ilusión de superar en Tokio el hito de Melbourne.
Sin embargo, en víspera de los Juegos recibió una arbitraria sanción del Comité Olímpico de Chile, el mismo que hoy la celebra, fue suspendida por un año, en castigo por unas declaraciones que salieron en el diario Clarín y que ella había desmentido. Por haber denunciado un acoso sexual. En 1996 declaraba “Paré en seco a un dirigente, …fui a hablar con el presidente del Comité Olímpico para estampar mi reclamo, porque dos atletas más habían sido molestadas por esta persona. En esa reunión me pidieron que me callara, porque si hacía pública la denuncia sería muy grave para el olimpismo. Eso me costó no ir a Tokio, que me suspendieran y que me prohibieran apelar”.
Fue tenista, equitadora, dirigente deportiva, madre y una chilena de excepción. Pero, como señaló Diamela Eltit, “ninguna épica femenina parece suficiente”.
Desde nuestra humilde perspectiva, Arehns, generó espacios de aguda reflexión para las propias mujeres, fue incansable e incesante. Su nombre debemos extenderlo hasta lo imposible. Descansa en paz.
Por Cristián Ramírez Tagle