“La va a tocar para Diego, ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, y deja al tercero y va a tocar para Burruchaga… ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta… Gooooool… Gooooool… ¡Quiero llorar! ¡Dios Santo, viva el fútbol! ¡Golaaazooo! ¡Diegoooool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme… Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos… Barrilete cósmico… ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina? Argentina 2 – Inglaterra 0. Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona… Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 – Inglaterra 0.” Víctor Hugo Morales
El segundo gol de Maradona ante Inglaterra en el Mundial del 86 es considerado uno de los mejores de todos los tiempos.
El astro argentino Diego Armando Maradona murió este miércoles a los 60 años de edad por un paro cardíaco. Había sido operado recientemente de un hematoma cerebral, una intervención de urgencia de la que se estaba recuperando en su casa de Buenos Aires.
Rebelde, genio y contradictorio han escrito de él. Maradona vivió una vida que llegó a lo más alto. Hoy sus críticos dicen que vivía lo más profundo y oscuro de la desesperanza, una vida incapaz de lidiar con la adulación y la idolatría, incapaz de sobrevivir sin ese estatus.
La historia de Maradona está repleta de paradojas increíbles, errores y rectificaciones, hazañas épicas y anécdotas de declives y resurrecciones.
¿El chico de la chabola de Villa Fiorito de Buenos Aires, un talento de la calle y hombre del pueblo? ¿O es Maradona el dios, mito, gran vengador y encarnación de los sueños de la gente? Y por que no ambos.
En 1968 Francis Cornejo, entrenador de un equipo de jóvenes afiliado a Argentinos Junior tuvo que viajar a Villa Fiorito para revisar la edad del chico.
«Es minúsculo, no puede ser que tenga ocho años», fue su reacción cuando le vio jugar en una prueba.
«Profe, tengo un amigo que es mejor que yo»: el día que un niño de 8 años llamado Diego Maradona llegó a Argentinos Juniors
La mamá, Dalma Salvadora Franco, confirmó su edad enseñándole la certificación de nacimiento.
Francis acababa de realizar el equivalente futbolístico de encontrar un yacimiento de petróleo. Había hallado una gema para ponerle la guinda a su equipo.
A partir de marzo de 1969, el equipo no se cansó de ganar, registrando una racha de 136 partidos invicto.
En su juventud, el papá de Maradona pilotaba un ferry que trasladaba ganado de pueblo en pueblo y luego pasó a trabajar en una fábrica de químicos, donde apenas ganaba lo suficiente para llegar a fin de mes con su gran familia en el barrio de chabolas donde vivían.
El éxito de su hijo, el quinto de ocho, significaba que, además de convertirse en «el rey de los asados», jamás tendría que volver a trabajar.
Cuando Diego tenía 15 años ya se había convertido en el líder la familia y pidió a su padre que permaneciera a su lado. La leyenda del fútbol argentino, que llevó a su país a la victoria en la Copa del Mundo en 1986, falleció el miércoles por un paro cardíaco.
34 goles en 91 partidos jugados para Argentina. 2 veces fue finalista de la Copa del Mundo como capitán del equipo argentino. 4 veces jugó en un Mundial de Fútbol. 2 títulos de la Serie A ganados con el Napoli, las únicas veces que el club logró esta hazaña.
Desde pronto Diego aprendió que el liderazgo era un paso natural hacia adelante y que no importaba la edad cuando había un vacío que llenar.
«Una vez fuimos a jugar a Brasil…», recuerda un ex compañero de equipo, Ruben Favret, quien como el resto de la plantilla jugaba amistosos entre semana para aprovecharse del tirón de Maradona.
«Era la época de la televisión a color y todos queríamos comprar una y traerla a casa. Lo que pasa es que no se nos había pagado. Diego, con 18 años, se plantó y le dijo a Consoli (presidente de Argentinos Junior) que si no nos pagaban no jugaría».
A esto le siguió un traspaso enrevesado a Boca Juniors que el propio Maradona orquestó. Le había revelado a un amigo periodista que las conversaciones para ficharlo estaban avanzadas.
Fue entonces cuando se desató el primer traspaso mediático en la historia, protagonizado por un todavía inmaduro jugador de 20 años.
El traspaso de Maradona Boca Junior tuvo un gran impacto mediático.
El acuerdo se volvió surrealista. Lo que comenzó como un traspaso directo por US$10 millones terminó terminó siendo un préstamo a última hora involucrando a otros seis jugadores de Boca, dinero en efectivo y otros cheques sospechosos.
Y es que nada era simple y directo cuando se trataba de Maradona. Al año siguiente se fue al Barcelona, pero este club nunca vio lo mejor de él.
De los dos años que pasó allí, estuvo la mitad de tiempo sancionado o lesionado. Sufrió una grave lesión de tobillo después de una durísima entrada de Andoni Goicoechea del Athletic Club.
Después de eso, Maradona fue el principal protagonista de una pelea masiva durante la final de la Copa del Rey. El incidente le costó una sanción de cinco meses sin jugar en competiciones domésticas.
De hecho, estuvo cerca de la bancarrota, por lo que se hacía necesario un traspaso con nuevos incentivos financieros. En lo personal, nunca se adaptó a la vida en Cataluña, donde se sentía como un extranjero.
Dos meses después firmó por el Napoli italiano, donde disfrutaría de su período más exitoso y a la vez más castigador.
En el tiempo que Maradona estuvo en el Napoli, el club ganó dos Serie A y una Copa de la UEFA.
Maradona se había trasladado a un entorno ruidoso, abarrotado y caldeado donde la organización criminal italiana, la Camorra, estuvo involucrada desde el comienzo.
En sus años en Nápoles Maradona pasó de ser el niño de Villa Fiorito a convertirse en la marca. Se enamoró de lo que representaba y asumió la gloria y el elogio siendo a la vez consciente de cuan asfixiante era.
La cocaína se volvió su nueva realidad, un lugar de entusiasmo extremo en el que nunca había estado. Esta droga le aliviaba de la presión de tener que demostrar siempre que era el mejor jugador del mundo.
Y en medio llegó el momento en que su estatus trascendió y se convirtió en mucho más que un futbolista.
¿Qué tan diferente habría sido todo si Argentina no hubiese derrotado a Inglaterra con «la mano de Dios» en el Mundial de México en 1986, la «venganza» tras cuatro años desde la derrota en la Guerra de las Malvinas?
Aquel partido hizo a Maradona inmortal para los ojos de su país.
De su ultimo tiempo, era entrenador de Gimnasia de la Plata, un club argentino de Primera División, y jamás había podido abandonar la gran escena.
Maradona fue presentado sentado sobre un trono al anunciarse como entrenador de Gimnasia de la Plata.
Su vida tras el retiro como futbolista fue, cuanto menos, compleja.
Se sabe que tenía al menos 11 hijos, y que su relación con su exesposa, Claudia Villafane, acabó en tribunales, de la misma forma que con su agente y amigo cercano Guillermo Coppola.
Entrenó a varios clubes. Le adoraban en Sinaloa, equipo mexicano que entrenó entre 2018 y 2019.
Como seleccionador nacional de Argentina, fracasó entre 2008 y 2010. Maradona nunca estuvo cerca de llegar tan como lo hizo de futbolista.
Diego afirmó que dejó de consumir cocaína hace tres años, pero su medicación le dejó en estado de sedación.
Eso, su peso excesivo por su gusto por la buena vida y las numerosas operaciones de cuando a los jugadores ni se les protegía o respetaba, explican sus dificultades físicas.
Maradona admitió que no se arrepentía de sus acciones; siempre entendió que la vida se vive al completo.
«Diego Armando Maradona fue adorado no sólo por sus prodigiosos malabarismos sino también porque era un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses. Cualquiera podía reconocer en él una síntesis ambulante de las debilidades humanas, o al menos masculinas: mujeriego, tragón, borrachín, tramposo, mentiroso, fanfarrón, irresponsable. Pero los dioses no se jubilan, por muy humanos que sean. Él nunca pudo regresar a la anónima multitud de donde venía. La fama, que lo había salvado de la miseria, lo hizo prisionero». Así puede leerse en el libro póstumo ‘Cerrado por fútbol’ del uruguayo Eduardo Galeano, publicado en 2017. En ese texto el escritor oriental agregaba: «Maradona fue condenado a creerse Maradona y obligado a ser la estrella de cada fiesta, el bebé de cada bautismo, el muerto de cada velorio. Más devastadora que la cocaína es la ‘exitoína’. Los análisis, de orina o de sangre, no delatan esta droga».
Que puedo decirle a los argentinos por su perdida, que importa como vivió su vida Maradona, si los hizo sentir con orgullo y lagrima cuando el 29 de junio de 1986 sus colores patrios brillaban ante todo el mundo, de la misma forma como paso en la Batalla de Tucumán, o de la misma forma en como sus patriotas la sostenían en el hundimiento del Belgrano. Ello, diría un amigo transandino, es lo que nos hizo Diego, nos hizo sentirnos el orgullo mismo.
Diego Armando Maradona Franco. QDEP.
Por Cristián Ramírez Tagle