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Gobernabilidad y gobernanza más allá del neoliberalismo

Por Dr. Jorge Brower Beltramin

por lavanguardiachile
05/10/2020
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Cada vez, con mayor urgencia en América Latina, se requiere tener gobiernos estrechamente vinculados con la realidad de sus países, con el fin de desarrollar planes de desarrollo que obedezcan a las demandas genuinas de sus pueblos, más allá del modelo neoliberal impuesto por el capitalismo radical.

 

Los conceptos gobernabilidad y gobernanza se han utilizado en forma indistinta, para referirse al ejercicio del buen gobierno y las competencias que ese ejercicio implica [1], sin embargo, una revisión cuidadosa de la producción teórica al respecto, va estableciendo límites o fronteras entre ambos, que se hace necesario destacar. Es así, como la gobernabilidad aparece ligada a ciertas capacidades más bien generales para gobernar, capacidades que a su vez, se entienden o se condicionan dentro de un marco político democrático y en consonancia directa con el modelo económico de mercado neoliberal. Este clúster conceptual (conjunto de vinculaciones y asociaciones entre términos), es problematizado desde las ciencias políticas o la politología general en torno a una preocupación central: el debilitamiento de los sistemas democráticos en el mundo (en particular el tercer mundo) y la necesidad urgente de fortalecerlos. Es necesario advertir en este cruce problemático conceptual, que el interés teórico insiste en una mayor territorialización/validación de la democracia [2] , pero fuertemente ligado a las economías de libre mercado. No es extraño entonces que organismos internacionales como el Banco Mundial, sean los que emitan mayor cantidad de reportes e informes sobre la situación de las economías europeas, africanas y latinoamericanas. En efecto, desde esta perspectiva, dichos informes ligan el funcionamiento del mercado con el estado de salud de las democracias ya sean emergentes o más consolidadas. Este embrague o conexión/combinación de conceptos, nutren el término gobernabilidad. Por último, siempre aparece en esta concepción democrática neoliberal el tema/tópico de la corrupción, pues este fenómeno altera el flujo legal del mercado, genera pérdidas, elusión de impuestos y blanqueo de dineros que provienen de mercados clandestinos como el narcotráfico entre otros.

Por otro lado, el concepto de gobernanza ha tenido en las últimas décadas un desarrollo y enriquecimiento semántico muy interesante. Este término no se refiere a la capacidad o capacidades generales para gobernar sino que se vincula directamente a las políticas públicas que se implementan para la organización de las sociedades y por otro lado, para satisfacer las demandas de la sociedad civil, cada vez más amplias y con exigencias de respuesta más rápidas. Planteada así, la gobernanza se comprende dentro de marcos constitucionales definidos y estables, a un conjunto de leyes que permitan garantizar una buena distribución del poder y a normativas reglamentarias a través de las cuales estas leyes se ejecuten.

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En este contexto, la problematización teórica respecto a la noción de gobernanza se ha instalado en forma crítica, respecto a la tarea de generar formatos para la gobernanza que se adecuen a territorios específicos, recogiendo las múltiples variables identitarias y de desarrollo con las que las comunidades cuentan para proyectarse al futuro [3]. En tal dirección, las políticas públicas aparecen como la expresión clave que debiese contener, desde esta mirada analítica/crítica, las lógicas locales a partir de las cuales se entienden conceptos como progreso, desarrollo e incluso la felicidad. Este tópico representa un punto de inflexión dentro del debate teórico sobre la gobernanza. De hecho hemos podido comprobar cómo, en América Latina los investigadores de esta área, cuestionan los formatos de gobernanza trasladados acríticamente desde Europa a nuestras tierras. Esta problematización implica un cuestionamiento al propio concepto de democracia y claramente a la economía de libre mercado [4].

De este modo podemos concluir que las teorías políticas se enfrentan, cada vez con mayor intensidad, a la exigencia/demanda de la sociedad civil, en el sentido de articular o construir políticas públicas que la represente y que por tanto dé cuenta de los contenidos que importan a dicha sociedad. Allí se encuentra el punto central de los nuevos formatos de gobernanza y por tanto de su conceptualización más profunda y genuina.

Frente a este desafío, finalizamos nuestra reflexión, advirtiendo que toda gobernanza debe comprender/contener la mayor cantidad de variables en su articulación para el desarrollo de las sociedades, entendidas por esto, como una realidad compleja. La complejidad en este contexto no debe ser entendida como un fenómeno difícil de explicar o inaccesible. Por el contrario, amplía los horizontes comprensivos de la realidad social, potenciando en el caso específico del acto de gobernar, su conceptualización y su traducción en la dimensión práctica de hacer un mejor gobierno.

Esta consideración, también arroja luz sobre quienes deben tomar decisiones dentro de sistemas complejos. El gobierno, la dirección, en cualquier dimensión organizacional debiese adoptar una perspectiva crítica. Esto significa una revisión detallada de los procedimientos, protocolos y normativas que forman parte de una estandarización de protocolos. Las realidades sociales, organizadas de diversa forma, muestran una inestabilidad y dinamismo que desborda permanentemente los procedimientos ya elaborados y aplicados. Constantemente debemos estar modificando, corrigiendo e incorporando elementos nuevos a ellos para que logren recoger de forma productiva, las problemáticas y demandas de los sistemas sociales en cualquiera de sus escalas o dimensiones. La toma de decisiones, en este contexto complejo, debería mostrarse muy flexible y porosa al cambiante mundo que hemos construido, con altos grados de caos que, como capas de sentido y acción, se va adhiriendo a la funcionalidad de los sistemas, haciéndolos muy inseguros [5].

Finalmente, creemos que la incertidumbre se apodera del accionar humano, de manera vertiginosa, y por tanto gobernar y aplicar las acciones de un buen gobierno, deben partir por una exposición desprejuiciada frente a las realidades a las que hemos dado forma, llevando en nuestra caja de herramientas, lentes de amplio espectro que puedan otorgarnos una visión lo más inclusiva posible sobre las variables que dan cuenta de una problemática o demanda. Lo que ya no podemos llevar en esta caja de herramientas, son esquemas algorítmicos rígidos, modelos logocéntricos o ideologías escleróticas, que no aseguran nada para la comprensión del presente, ni menos del futuro, habiéndonos dicho algo muy pobre y reducido sobre el pasado.

Por Dr. Jorge Brower Beltramin
jorge.brower@usach.cl
Departamento de Publicidad e Imagen
Facultad Tecnológica
Vicedecano de Investigación y Postgrado
Universidad de Santiago de Chile

CITAS

[1] La definición más formal comienza con el trabajo de Crozier, Huntington y Watanuki (1975), preparado para la Comisión Trilateral sobre la crisis de la democracia. Este trabajo representa un punto de inflexión importante, con el que se instala en la agenda política internacional el concepto de gobernabilidad (gobernability), aludido a propósito de la utilización de este concepto, en un informe del Banco Mundial (1989), en el que se expone la preocupación por el ejercicio de un l buen gobierno (good governance).

[2] Dicho interés está condicionado por un marco ideológico que pone énfasis en la explotación y territorialización colonialista, como señala Rottman,( 2002), desde los parámetros establecidos por la democracia occidental y blanca.

[3] La perspectiva comprensiva involucrada en el concepto de gobernanza, orientado a la acción, implica, como nos aporta de Sousa Santos (2004), una posición contrahegemónica, que cuestione el canon hegemónico, desde las múltiples y diversas realidades sociales del mundo y en particular de América Latina.

[4] Kauffman (2002) ha sostenido una metalectura crítica interesante desde América Latina., señalando que, por ejemplo, la corrupción en nuestra región, se ha dado en connivencia con una mala gobernabilidad neoliberal.

[5] Pensamos en la sociedad como un sistema complejo, teniendo como referente los trabajos de E. Morin (1984 y 1994 entre otros muchos). La comprensión compleja de la sociedad debe reconocer las regularidades e irregularidades que se expresan en la sociedad y sus culturas debiendo describirse y explicarse como un fenómeno integral. La teorización sobre la complejidad social promueve de esta manera una actividad analítica que, como hemos señalado en otro trabajo (Brower, 2008), acorte la distancia con lo que se conoce, advirtiendo en ese proceso de acercamiento, las articulaciones simbólicas mediante las cuales se expresa una cultura, consideración analítica que no debe ser entendida como definitiva y por tanto, ejerciéndose constantemente

REFERENCIAS:

-Banco Mundial. (1989). El África Subsahariana: De la Crisis al Desarrollo sustentable. Una perspectiva de largo plazo. Washington, D.C.: BM/Oxford University Press.
-Brower, J. (2008). Implicancias epistemológicas del pensamiento complejo para la articulación de la una semiótica de la cultura. En Revista Estudios de Filosofía N°37. Universidad de Antioquia. Medellín. Colombia.30-60.
-Crozier, M.J., Huntington, S.P., Watanuki, J., (1975). The Crisis of Democracy: Report on the Gobernability of Democracies to the Trilateral Commission. New York University Press.
-De Souza Santos, B. (2004). Democratizar la Democracia: Los caminos de la democracia participativa. México: FCE
-Rottman, M. (2002). La gobernabilidad: ¿ un problema teórico-práctico?. En Salinas, D. y Jiménez, E. (coordinadores), Gobernabilidad y Globalización. Procesos recientes en América Latina. México: Gernica.
-Kaufmann, D. (2002-2003). Rethinking Governance. En Reporte Global de Competitividad.
-Morin, E. (1977). Tomo 1. La nature de la nature. En La Méthode. París: Editions du Seuil.
-Morin, E. (1984). Ciencia con conciencia. Barcelona: Anthropos.

 

“El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la posición de la Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile ni de “La Vanguardia Chile”.

Etiquetas: GobernanzaNeoliberalismo

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