Los negocios de las iglesias evangélicas en Brasil hicieron poderosos a un puñado de obispos fanáticos de extrema derecha. El dinero a raudales los puso en condiciones de apoyar a otro fanático: Jair “Mesias” Bolsonaro y lograr así llevarlo al poder. Eso sí las iglesias evangélicas ahora en el gobierno intentan aplicar una ideología talibánica de la que Bolsonaro se aprovecha para mantener su popularidad y así instalar la otra agenda: la neoliberal de los grandes empresarios que también lo apoyan.
En Chile, las iglesias evangélicas o cristianos como se hacen llamar han avanzado en sus cultos en gran parte del país. Con aportes evidentes a la sociedad en el combate contra la drogadicción y una serie de valiosas contribuciones sociales. Una iglesia tan o más cercana al pueblo que la iglesia católica que se parapetó en la defensa de la élite económica.
Pero un sector de las iglesias evangélicas han asumido un rol peligroso, esto es invadir un espacio en el que el dogma y las expresiones fanáticas de algunos de sus seguidores terminan siendo un vil instrumento de los partidos de derecha: UDI, RN y Partido Republicano.
Son millones de votos con los que contaría la derecha, monolíticamente pinochetista, ya que los evangélicos siguen lo que les ordena su pastor y tantas veces hemos observado a los fieles del culto decir que votan lo que les dicen en las iglesias.
En la franja del “Rechazo” se emitió en el espacio que le corresponde a la UDI, el relato de un sujeto que, arrogándose la representatividad de las iglesias evangélicas, sostuvo que “satanás” está detrás del proceso constituyente y las «fuerzas oscuras del mal» son las del apruebo, terminando su enfermiza exposición indicando que Dios está con el “Rechazo”…
Sorprende que en pleno siglo XXI la UDI, un partido en el que milita el apocalíptico seguidor de Jaime Guzmán, se pretenda utilizar prácticas propias de la inquisición tratando de fuerzas del mal demoniacas a los seguidores de una opción política incitando al odio contra quiénes no siguen una determinada fe o posición política. Claramente se está en presencia de un abuso extremo de la libertad de expresión y un ataque artero a la democracia de un partido político que no cree en ella pero aprovecha de sus virtudes.
La derecha chilena está siguiendo la misma receta del “Nerón de la Amazonía”, como se llama a Jair «Mesias Bolsonaro» en el resto del mundo. Utilizar a un sector de las iglesias evangélicas en una campaña del terror abismante que podría terminar en una verdadera guerra santa guiada de una lógica de fanatismo tan extremo que en otras latitudes ha implicado muertes y genocidios.
El discurso de la derecha así se nutre de símbolos que pretenden extraer los sentimientos más básicos, pero a la vez más violentos de un ser humano.