¿Es usted de quienes creen que los polemistas de siempre rebosan espontaneidad, sinceridad a toda prueba – en fin – autenticidad? ¿Piensa que todas esas virulentas declaraciones a las que nos tienen acostumbrados algunos políticos son producto de la pasión que imprimen en desempeñar sus funciones? Puede que usted esté equivocado. No le permita a su buena fe convertirse en secuestrador de vuestro propio buen juicio, pues ocurre que un número importante de los dichos escandalosos de personas dedicadas a la política son piezas de un artilugio cuidadosamente planificado.
El humo no deja ver al fuego de los incendios, y al humo lo alimenta cualquier material combustible. Ese es uno de los diez mandamientos de la comunicación estratégica en política. ¿Cuánto personaje- influencers, les llaman hoy – se ha convertido en trending topic por instalar discusiones bizantinas, artificiales, anacrónicas o fanáticas? Por estos días ejemplos sobran. Aunque, por suerte, el tiempo se encarga habitualmente de desenmascararlos o regresarlos a su sitial de irrelevancia, junto con develar la identidad del causante del fuego y la magnitud de las llamas.
Con todo, lo que debiera despertar nuestra suspicacia no son los peones, sino las intenciones del ajedrecista. Y es que estos personajes sucedáneos de barricadas o artefactos incendiarios no siempre explosionan automáticamente. La mayor parte de las veces integran un plan mayor. Son carne de cañón (aunque algunos se sientan mártires o mesías) empleada para abrir camino a propósitos presuntamente nobles, pero coincidentes con sus ansias de figuración. Lo que describo es una astuta y antigua táctica. Carente de Garbo, pero tan efectiva como el Caballo de Troya.
Durante el siglo pasado, por ejemplo, varios mega eventos deportivos parapetaron, inclusive laurearon, a regímenes que sistemáticamente violaban derechos humanos. Hoy en un mundo que se alimenta de redes sociales, en que campea la post-verdad y las Fake News desplazan a las verdaderas noticias, discusiones añejas, disputas artificiales, coqueteos con electorados insignificantes y homenajes a criminales, entre otras alternativas, son una magnífica caja de resonancia para amplificar los latidos de lo superficial y ocultar dos cosas importantes: lo que realmente necesita o reclama la sociedad y las equivocaciones injustificables que las autoridades no son capaces de reconocer.
En fin, durante las últimas semanas (años, décadas o más) polémicas puntuales – puntas de icebergs – han procurado seducir nuestra atención para invitarnos a que nos ocupemos del nombramiento de una agregada cultural sin biografía profesional, no de la existencia de cargos elegibles a dedo, del video de un carabinero que denuncia una conspiración, no del sistema que facilita la impunidad institucional, o de los machetes con que el presidente de la república quiere defendernos de los malos migrantes, en lugar de razonar sobre los criterios con que nos atrevemos a dividir el mundo entre buenos y malos. Ya lo dijimos: el humo, siempre oculta los incendios. No se preocupe del humo, preocúpese de los incendios.