El país después de 30 años del fin de la dictadura de Augusto Pinochet fue convocado a un plebiscito histórico para comenzar un proceso constituyente que dejará atrás la carta fundamental impuesta por el dictador, la UDI, RN y un gran sector de la derecha.
La opción Apruebo arrasó en el plebiscito con sobre un 70% de los votos. La derecha y la élite empresarial a la que representa ha sufrido una derrota contundente, histórica, tal vez nunca pensada en los guarismos tan significativos para comenzar un proceso de cambio que han intentado frenar por todos los medios, incluida la represión y el uso indiscriminado de la fuerza.
Chile exige cambios y profundos, no maquillajes estéticos con acuerdos de fuerzas políticas que se sacan una selfie abrazados y que son meros pactos en que los poderosos mantienen sus privilegios. Ya el elástico se cortó y no da para más. La derecha y los empresarios no tienen argumentos para impedir que los cambios avancen, tal vez pondrán todos los recursos -en forma legal e ilegal- en los integrantes de la convención y así lograr más del 33%, minoría que como siempre les permite mantener sus posiciones de beneficio.
El último cartucho del oficialismo es insistir en polarizar el ambiente aun cuando los mensajes del electorado son negativos, ya que no se «compró» la lógica del terror, Chilezuela y desahuciaron el contrato social con la derecha que sólo se funda en la mejora económica, ante un gobierno que los dejó solos en la Pandemia y se abocó intentó salvar los intereses de las grandes empresas.
El proceso seguirá adelante y requerirá una articulación de las fuerzas sociales en un urgente sentido de unidad para lograr los 2/3 de los escaños en la Convención Constituyente.