El miedo es una de las sensaciones y estados de ánimo que todo ser humano trata de evitar. Inhibe la capacidad de juicio y el razonamiento y justifica medidas adoptadas por las autoridades que en un estado normal de las cosas serían intolerables.
En los últimos meses en Chile el miedo se ha instalado ante dos fenómenos: el estallido social de octubre de 2019 y la Pandemia del Covid19.
Una parte de los chilenos, aquellos que se sintieron amenazados en su vida cotidiana en un sistema económico y social que les ha dado beneficios y bondades, creyeron y aún lo expresan abiertamente en las redes sociales, que el resto de los ciudadanos son unos desalmados que quieren quitarle sus privilegios y llevar al país al desastre.
El miedo en el estallido social tuvo un amplificador que diariamente se encargaba de asustar a la población: el presidente de la república, Sebastián Piñera, quien insistió en su “enemigo poderoso e implacable que no respeta a nada ni a nadie”.
Asimismo, el miedo se instaló en lo más preciado para las élites, la economía. Por eso en aquellos meses las etiquetas y eslogan también fueron la crisis de las PYMES y la caída de los mercados por esa supuesta devastación por esos orcos y extremistas que incendiarían todo Chile, a lo que añadían aquel perverso plebiscito que sectores del oficialismo buscaban como sea impedir.
Podríamos sostener que el miedo se transformó en un antídoto social para impedir los cambios que quería una parte de la sociedad chilena que no era ni es violentista ni justifica los saqueos.
Estábamos en eso. En las campañas del «Apruebo» y del «Rechazo», con el miedo utilizado como núcleo central hasta que se nos vino la Pandemia del Covid19, un fenómeno sanitario sin precedentes y con una tasa de mortalidad incierta que depende de cada país y sus condiciones epidemiológicas.
Las personas asustadas por el flujo de la información y ante el avance de la Pandemia no tienen más opción que aferrarse a sus autoridades, a pesar de su falta de credibilidad y cuestionamientos por su reacción al estallido social, con a lo menos 26 víctimas fatales y cientos de mutilados y lesionados. Pero «es lo que hay» y los seguidores del «republicanismo» no hacen sino insistir en seguir obedientemente al gobierno por el hecho de haber sido democráticamente elegido, sin que se le pueda cuestionar su paupérrima gestión en sus dos primeros años, algo así como una errada sumisión democrática, siendo la sentencia del ex presidente Ricardo Lagos lo que refleja esta corriente.
El gobierno ha utilizado la Pandemia del Covid19 en una nueva vertiente del miedo a los ciudadanos. De esta forma desde «La Moneda» indican que «la vida nunca más volverá a ser la misma», que «la situación se mantendrá por años» e incluso -como lo indica el ministro Mañalich- esta Pandemia «va a marcar a una generación entera». Y Piñera repite la misma frase: «Un enemigo poderoso e implacable que no respeta a nada ni a nadie”.
Pero el miedo se esparce por todas partes al igual que el virus y logra su peack con la ambiguedad de las medidas de la autoridad, generando reacciones en la sociedad a partir de su exposición al virus por el regreso en el corto plazo a las clases presenciales, la reapertura de centros comerciales y la «nueva normalidad» que el gobierno y los grupos empresariales -a puertas cerradas- han decidido para las próximas semanas.
Los millones de trabajadores y trabajadoras del sector público y privado quedan así expuestos a una decisión de autoridad que ha ido cambiando de etiquetas y que ahora el gobierno llama “Plan Retorno Seguro”, que carece absolutamente de evidencias científicas y pasa a ser un ejercicio antojadizo de su poder, una imposición autoritaria que «ubica» a las organizaciones de ciudadanos en su lugar y sin posibilidad alguna de cuestionamientos. En caso de haberlos, son rápidamente reducidos y ridiculizados en los medios de comunicación masivos y afines a la política oficialista.
No cabe más que esperar que esos alentadores y triunfalistas resultados de la gestión del ministro de salud, Jaime Mañalich y su reducido grupo de especialistas, se sustenten en datos reales y comprobables y la Pandemia Covid19 no eleve su asalto a sectores demográficamente concentrados. Tal vez ese es el precio del miedo…