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Control y censura

Por Bruno Bahamondes Masotti

por lavanguardiachile
20/02/2021
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Hoy en día, el pensamiento disidente ha sido coercido producto de la censura hacia lo políticamente incorrecto, se reprimen ciertas ideas o discursos, los cuales resultarían ofensivos para ciertos grupos. Dicha práctica, se ha transformado en una costumbre en la sociedad contemporánea, la cual se desencadena en lo que puedo llamar la corrección política actual.

Lamentablemente, la corrección política se ha instalado en el ámbito de nuestra vida cotidiana, generando una autocensura al momento de expresarnos o razonar en la esfera social, cualquier comentario u opinión puede ser interpretado de manera ofensiva, una práctica que, arbitrariamente, a través de la cultura de la cancelación, expulsa al disidente ideológico de la vida pública, por el solo hecho de discrepar o dudar sobre algunas de las aseveraciones impuestas por el ideario mayoritario o el más implantado.

En un primer término, cabe destacar, lo referido a la sensibilidad y confort, términos que se ven reflejados en los espacios seguros actuales, lugares, en los cuales, no se acepta nada que hiera la más mínima sensibilidad, ni que se escape o difiera de la ideología establecida. Se busca la mayor protección, ninguna verdad común o colectiva puede estar en tela de juicio, se suprime cualquier situación que pueda provocar algún mínimo de estrés en el individuo y no se permite el raciocinio individual.

Así, solo se sigue a una verdad común la impuesta, que no admite crítica alguna, lo anterior, provoca un obstáculo hacia el proceso de la autodeterminación, estos espacios solo contribuyen a una visión medrosa de la vida que imposibilita el desarrollo individual, la cual ve su satisfacción en la censura de todo lo que pueda resultar insultante para los estándares de pureza moral de ciertos grupos.

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Por otro lado, respecto a la polarización de las ideas, cabe señalar, que en los tiempos actuales predominan las ideas extremistas, no hay una visión matizada ni sistematizada, no se complejiza sobre posturas en determinados temas, solo existe el bien y el mal.

Dicha práctica, se puede evidenciar en lo que hoy en día denominamos los “fachos” y los “progres”, distinciones bastante superficiales que no reflejan la complejidad del raciocinio humano.

En efecto, se produjo un colapso de la libertad de expresión plasmada en un totalitarismo de las ideas. Una imposición de ideologías que relevan el libre pensamiento, en el cual quienes disiden, quedan, en muchos casos, condenados a la cancelación, el silencio o la censura permanente.

Asimismo, se habla bastante de la inclusión y de la tolerancia, pero estas se invierten convirtiéndose en un instrumento de opresión en el cual no se respetan las opiniones discrepantes. El mejor modo de responder a las ideas a las cuales uno se opone es refutarlas con argumentos, no reprimirlas a través de la coacción pública.

Ciertamente, el debate no debe cerrarse jamás, la confrontación entre diversas posturas y visiones permite el acercarnos cada vez más hacia la verdad (la cual nunca se consigue en su totalidad), de manera que, podamos obtener nuestras propias conclusiones, y así servirnos de nuestra propia razón.

Se evidencia que existe una educación y cultura en crisis cuando no se pueden dar espacios de discusión abiertos sobre temas políticos, en virtud de que la disidencia a la ideología impuesta se ve como una traición a la cual se debe suprimir, a causa de esto, surgen los espacios seguros, lugares en que todos sus integrantes comparten un mismo ideario y en donde nadie pueda herir las excesivas sensibilidades de ninguno de sus integrantes.

El dialogo constituye el motor de la libertad de expresión, evidentemente, comprendiendo la prudencia que este debe de llevar. El respeto, no consiste en evitar y suprimir ideas disidentes a las mayoritarias, sino en tolerar y defender el derecho de otros de manifestar sus opiniones libre y públicamente.

Así pues, no beneficia al bien común, ni al progreso de la sociedad la exclusión de cualquier instancia de discusión, la expulsión del ideario disidente a través de su difamación, ni la manipulación política y moral producto de las verdades comunes a fin de conservar el control sobre la ideología impuesta. La ideología de la corrección política, se ve reflejada en una cultura de intolerancia que demuestra un retroceso en términos de libertad de expresión, propio del totalitarismo.

En definitiva, se requiere de un resguardo contra la tiranía de la opinión, contra las modas ideológicas, la creciente tendencia de imponer mediante la coacción pública ideas y prácticas justificadas en un fuerte sentimiento de falsa superioridad moral. Dicha protección, requiere de una mentalidad más abierta, una sociedad dispuesta a escuchar e intercambiar opiniones, asimismo, una educación encaminada a potenciar el pensamiento crítico de sus estudiantes y no implantar idearios bajo una subordinación.

 

 

 

Por Bruno Bahamondes Masotti
Estudiante de Derecho Universidad Alberto Hurtado

(*) Las opiniones vertidas en esta columna no reflejan necesariamente la línea editorial de «La Vanguardia Chile»

Etiquetas: Libertad de expresión

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