Esperando el inicio de los torneos ATP y WTA y con el bichito del tenis que me pica sin piedad, sintonicé en un canal del cable la repetición del reciente partido entre Novak Djokovic y Dominic Thiem, al mismo tiempo que me solazaba mirando partidos épicos de antaño. Así desfilaban ante mis ojos Rod Laver, Boris Becker, Pete Sampras, Adriano Panatta, Nicola Pietrangeli, Manolo Santana, Ilie Nastase, Vitas Gerulaitis, John McEnroe, Iván Lendl, Jimmy Connors y otras leyendas del tenis.
De vez en cuando volvía al canal televisivo dónde seguían los largos y monótonos peloteos entre Thiem y Djokovic. Que diferencia! Los «antiguos» solo peloteaban con un solo fin: subir a la malla a liquidar el punto. Pensé en como entrenaban los de antes y como o hacen los actuales y me vinieron a la mente mis años de «tennis pro» en Estados Unidos. Y recordé especialmente a Harry Hopman, el «mago australiano que formó a Frank Sedgman, Lewis Hoad, Ken Rosewall, Rod Laver, Neale Frazer, Ken Mcgregor y tantos otros, que permitieron que Australia se quedara con !16! Copas Davis y decenas de torneos del Grand Slam.
Tuve la suerte de participar de entrenamientos del rancho de Harry Hopman en Bardmoor, Florida, en una Academia con 50 canchas de tenis duras y cientos de promesas del tenis venidos de todo el mundo. Entre los más conocidos estaban Hans Gildemeister, Andrés Gómez, Jaime Icaza, Ramesh Krishnan, Vitas Gerulaitis y hasta el mismísimo John McEnroe.
Los entrenamientos comenzaban a las 9 de la mañana con media hora de ejercicios y seguían con 2 horas y media de «drills» en cancha, con un instructor y dos «alumnos» al otro lado de la red. Luego, 90 minutos para almorzar (una dieta especial) y de nuevo a repetir la rutina de la mañana. Entonces los tenistas tenían la posibilidad de ir a correr en la cancha de golf o jugar partidos entre ellos.
Hoy, las academias de todo el mundo, preparan a los tenistas para ser decatletas y mecanizar los golpes hasta el cansancio. Las canchas están tapizadas de cubos de colores, cubos y otros adminículos destinados a conseguir esa ansiada robotización de los s ejecutantes. Por eso Djokovic y Thiem siguen trenzados a palos de fondo de cancha en un canal del cable, mientras yo disfruto en Facebook del juego exquisito, las voleas y los «passing shots» de McEnroe y Borg.
Por Sergio Ried