A falta de tenis, las noticias sobre este deporte se limitan a entrevistas, opiniones sobre esto y aquello de jugadores, coaches…y padres de jugadores. Y en este aspecto de llevan las palmas Srajan Djokovic y su esposa Dijana, los padres de Nole, quienes primero se lanzaron contra Roger Federer, a quien le pedían que se retirará del tenis, se fuera a esquiar y se dedicara a cuidar a sus hijos. Seguramente para que le quedara el camino más despejado a su retoño. Enseguida lanzaron sus dardos contra el tenista búlgaro Grigor Dimitrov por haber sido, según Dijana, el culpable del contagio con Covid-19 de su hijo, su nuera y otros dos jugadores del torneo Adria, una desafortunada competencia ideada por Novak que trajo pésimas consecuencias para jugadores, entrenadores y particulares.
Todo esto trajo a mi memoria a otros padres de tenistas que hicieron noticia en épocas pretéritas por sus nefastas actuaciones. Como Jim Pierce, el padre de Mary Pierce, ganadora de 18 títulos WTA y dos Grand Slams: Australia en 1995 y Roland Garrós en 2000. De padre norteamericano, madre francesa y nacida en Canadá, Mary fue víctima de su padre quien la golpeaba y maltrataba cuando perdía e insultaba groseramente a sus rivales, tratándolas de prostitutas, perras y otras linduras desde el borde de la cancha. Incluso a Mary Jo Fernandez llegó a agredirla físicamente. A tanto llegaron sus escándalos que no solo se le prohibió ingresar a los estadios donde jugaba su hija, sino también se creó un reglamento para padres de jugadoras conocido como Ley Pierce.
Otro «padre del año» fue Stefano Capriati, padre de la precoz campeona estadounidense Jennifer Capriati. Stefano, obsesionado por el dinero que podría proporcionarle su hija, ejerció una presión tal que la chica, ya convertida en una campeona, cayó en el mundo de las drogas y pese a haber conseguido grandes logros y ganar mucho dinero en la cancha, se perdió como persona.
Mírenko Lucic, un ex atleta croata, padre de la campeona Mirjana Lucic es otro de estos ejemplares progenitores que golpeaba y vilipendiaba a su hija ki en frente de todos. Mirjana, nacida en Dortmund, Alemania, criada en Croacia y nacionalizada australiana, ganó el dobles del Grand Slam de Australia con Martina Hingis en 1998 a los 15 años y alcanzó semifinales de Wimbledon en 2000, para desaparecer del circuito cuando aún no cumplía los 18. Gracias a su padre el «Ogro» Dokic como se le conocía.
Arantza Sánchez Vicario quedó en la ruina pese a haber ganado millones debido a su ambicioso y autoritario padre quien no solo le administraba sus ingresos sino también
manejaba su vida.
Justine Henin la gran campeona belga, fue abusada físicamente por su padre, a quien pese a no habérsele podido probar judicialmente los abusos sexuales contra su hija, la dejó con traumas de por vida.
La genial y precoz suiza Martina Hingis, campeona desde los trece años terminó su carrera a temprana edad, castigada por el uso de cocaína, debido a la presión de su ambiciosa madre, una ex entrenadora checa que deshizo su matrimonio para casarse con un millonario suizo que le permitiera hacer de su hija una gran campeona.
El caso de Richard Williams, padre de Venus y Serena es emblemático, ya una mañana mirando televisión con su esposa, vio que una jugadora ganaba en un campeonato el triple de lo que él ganaba en un año en ese mismo momento decidió hacer de sus dos hijas menores, unas grandes campeonas. Renunció a su trabajo en una empresa de computación…y voilâ. Recibe de por vida el 50% de las ganancias de sus hijas.
Y los casos suman y seguirán sumando mientras el tenis (y otros deportes) repartan tan jugosos y tentadores premios.
Por Sergio Ried