Que Rafael Nadal es el rey de la arcilla es indiscutible. Y que Roland Garros es el patio de su casa, tampoco se refuta. Por algo ya ha ganado allí 13 coronas. Esta vez en un torneo atípico y triste, por la fecha, el clima frío y las condiciones en que se disputó (otoño, en una burbuja y sin público, entre otras), el triunfo del español no tuvo el brillo de sus doce conquistas anteriores en el torneo francés. A ello contribuyeron sus débiles rivales en las seis rondas iniciales y menos aún su oponente en la final, el número uno del mundo Novak Djokovic, quien en una opaca e inexplicable actuación cedió los dos primeros sets por 6/0 6/2, para repuntar débilmente en el tercero que cedió por 7/5. Un score inusitado para una final de un torneo del Grand Slam.
Ya habíamos dicho que este campeonato no debería haberse disputado, al igual que Wimbledon que directamente fue cancelado para evitar un bochorno como el del US Open celebrado dos semanas antes con pésimos resultados en todos los ítems. Pero ante las enormes perdidas económicas que eso habría ocasionado al tenis galo y el desarrollo de sus programas de menores, se decidió realizarlo a cualquier bb precio. Primero se autorizó un aforo de 20 mil espectadores que luego fue rebajado a 10 mil para terminar recibiendo solo a mil por imposición de las autoridades sanitarias de Francia. Pero resultó peor el remedio que la enfermedad, porque verte será recordado como el Roland Garros más malo de la historia.
Y no solo la pandemia, la falta de público y las extremas precauciones de un protocolo muy estricto conspiraron contra el éxito de la competencia. También el bajo nivel de los tenistas fue factor determinante en la opacidad de la competencia. Hubo pocas luchas interesantes y escasas sorpresas durante las dos semanas y Nadal ganó el título SIN PERDER UN SET. Djokovic por su parte iba por las mismas hasta la semifinal contra el griego Stefanos Tsitsipas, a quien ganaba dos sets a cero y punto de partido, para terminar ganando en cinco mangas. Tal vez el único momento saliente y de emoción del torneo.
También debemos destacar al argentino Diego Schwartzman quien alcanzó semis derrotando al tercer favorito Dominic Thiem y al italiano Jannik Sinner que alcanzó similar hazaña con solo 18 años ganando al alemán Alexander Zverev.
Párrafo aparte merece la chileno-estadounidense Alexa Guarachi que alcanzó la final de dobles junto a su compañera norteamericana Desirae Krawczyk estando a un paso de convertirse en la segunda chilena en ceñirse una corona de Grand Slam. La única hasta ahora es Anita Lizana, canpeona del US Open en 1937.
Y así pasó este Roland Garros para el olvido. Con bajo nivel tenistico, soledad en las gradas y tristeza en este maravilloso pedazo del legendario Bois de Boulogne, que pese a la celebración del nuevo techo retractil del estadio Phillipe Chatrier tuvo muy poco más que celebrar.
Por Sergio Ried