¿Han visto la película de Spike Lee, “El infiltrado del Kkklan”? (BlacKkKlansman, Estados Unidos, 2018) Una obra maestra, a mi modo de ver. Basada en una historia real, que se desarrolla en Colorado Springs, narra la investigación que unos policías hacen desde el interior del Ku Kux Klan; uno es de origen judío y el otro es de raza negra. No voy a contar el final, pero les aseguro que el tiempo que se destina a verla es, verdaderamente, un regalo a nuestros sentidos y valores.
Los hechos ocurren pocos años después del asesinato de Martin Luther King, quien frente al Capitolio pronuncio el discurso: «I have a dream», (agosto 28, 1963). Su sueño era que blancos y negros convivieran en justicia y paz en el suelo donde los padres fundadores habían creado la primera República del mundo contemporáneo, 1776. En las mentes de estos líderes no estaba la abolición de la esclavitud, y menos aún, la inclusión, ésta se decretó en 1865.
Los agitados años sesenta se presentarán en EE.UU. con un gran rechazo a lo ocurrido en Corea y lo que se empieza a vivir en Vietnam. Los ideales de paz y amor no sólo están en el movimiento hippie, también en la lucha por los derechos civiles de la población afroamericana. Dos incidentes ocurridos en 1955 harán rebasar el vaso. Uno, la muerte de un adolescente negro de 14 años a manos de dos hombres blancos adultos, su cuerpo fue velado a ataúd abierto pues sus padres quisieron mostrar el maltrato al que fue sometido; y otro, el arresto de una profesora, Rosa Parks, luego de negarse a ceder el asiento en un autobús a una persona blanca. Un joven pastor bautista, el doctor Martin Luther King, -conocido por su postura en contra de la guerra de Vietnam y promover el fin del racismo, el militarismo y el materialismo-, encabezará un movimiento por los derechos civiles de la población afroamericana, inspirado en la filosofía de la desobediencia civil no violenta, descrita por Henry David Thoreau, y en la experiencia de Gandhi en la India.
Entre sus logros están la organización de diversos actos que involucraban a afroamericanos y blancos de diversas edades y sexos. Estos ocupaban los espacios reservados en restaurantes, locomoción pública, cines, teatros, comercio, etc., provocando desconcierto entre los asistentes pues no respondían a las agresiones de que eran objeto. Así logró que John F. Kennedy redactara un proyecto sobre derechos civiles, y aunque fue inicialmente rechazado por el Congreso, su sucesor, Lyndon B. Johnson, contrario a los intereses de su bancada sureña que era segregacionista, logra aprobar la “Ley de Derechos Civiles” (Civil Rights Act of 1964). Este gesto le significará que casi pierda las elecciones presidenciales.
Este mismo año, Martin Luther King recibiría el Premio Nobel de la Paz, un año después la población afroamericana obtenía el Derecho de Voto.
El doctor King fue asesinado en 1968 por un supremacista blanco, en la ciudad de Memphis, Tennessee; decretándose luto nacional. A pesar de que desde ese momento se solicitó declarar un día en su honor, sólo se hizo ley en 1986 y recién en el 2000 se reconoce en todo el país.
Martin Luther King tuvo un sueño, que aún no se hace realidad…. Las manifestaciones que agitan al país del norte en estos días son muestra de que no bastan las buenas intenciones o leyes redactadas en el fragor de un momento, sino que requieren ser acompañadas de una formación valórica. Pero como andamos por casa, ¿sabían que la discriminación por el apellido o lugar de residencia en Chile es equivalente al racismo en EE.UU.?
Cualquiera sea nuestra filosofía de vida, esta es la expresión de nuestras vivencias que parten en la primera infancia; para bien o para mal, somos el fruto de una educación. Si reconocemos a la familia como la base de la sociedad, entonces debemos preguntarnos qué valores estamos enseñando ya que, la discriminación y la segregación no son parte de nuestro código genético. Es imperativo que promovamos las buenas prácticas de convivencia dentro de ella, reconociendo que el otro es tan importante y único como un mismo. ¿Qué tal si empezamos a cambiar?
Por Nidia Araya M.
Profesora de Estado en Historia y Geografía, Licenciada en Educación en Historia y Geografía de la Universidad de Santiago de Chile. Magíster en Administración y Gestión Educacional de la Universidad Mayor
(*) Los contenidos incluidos en esta columna no representan necesariamente la opinión de La Vanguardia Chile.