Hace más de 200 años las autoridades políticas en nuestro territorio eran de origen español nombradas por el monarca de entre aquellos funcionarios peninsulares que consideraba aptos para este cargo. Los criollos, o españoles americanos, no podían ocupar estas vacantes pues su cercanía con la población le restaba imparcialidad en sus decisiones pudiendo corromper la institucionalidad. A raíz de esta normativa es que, al momento de formar la Junta de Gobierno en 1810, no existía quien tuviera la experiencia necesaria para dirigirla, sin embargo, esto no fue impedimento para que finalmente se creara este organismo que no declaró la independencia, sino que juró cuidar este territorio durante la ausencia del legítimo rey, cautivo en ese momento por Napoleón Bonaparte. Una característica de este primer gobierno autónomo fue que representó a todas las facciones hasta ese momento existentes entre la aristocracia chilena, en total nueve, ¡tres veces más integrantes de lo que indicaba la tradición hispana! Si bien eran todos criollos, se sentían peninsulares y hacían gala de sus títulos nobiliarios (ninguno de ellos heredados, hay que aclarar). ¿Saben que la primera medida tomada fue declarar la libertad de comercio? La verdad es que estaban más preocupados del tema económico que del político.
No hacía tanto tiempo que había estallado la revolución en Francia (1789) y la muerte del rey y gran parte de su Corte había dejado un sabor muy amargo de lo que significaba un proceso como ése; posteriormente su expansión por Europa afectó a España, por lo que todo lo relacionado con ese movimiento no era bien recibido por la sociedad chilena de la época. En este estado de cosas, conceptos como Democracia, Libertad o República, no eran muy populares excepto en círculos intelectuales muy reducidos. Esto explicaría, al menos en parte, que la idea de emancipación no estuviera en las cabezas de nuestros criollos más prominentes. Sin embargo, hubo voces que se alzaron exigiendo libertad e independencia, como un José Miguel Infante, José Miguel Carrera, Manuel Rodríguez, Bernardo O´Higgins y varios más enarbolan la bandera de la sublevación contra el poder que no nos permitía avanzar hacia una nueva era. Todos estos fueron descalificados por sus contemporáneos por llevar al país al desorden y la anarquía; sin embargo, gracias a estos “revoltosos” hoy celebraremos 210 años de gobierno autónomo.
Estos héroes dejaron la comodidad de sus hogares y el disfrute de sus riquezas por una causa más grande que ellos mismos; sus familias, esposas e hijos los acompañaron en esta causa. Con esto, no estoy perpetuando mitos, sino que reconociendo sus entregas. Para eso son las celebraciones, para reconocer lo vivido y revivir lo olvidado.
¿Se han dado cuenta que nuestros héroes patrios fueron políticos? Soñaron un modelo de país para las futuras generaciones a pesar de que ellos y sus propias familias no disfrutaron de honores, todo lo contrario, muchos no sólo murieron en la pobreza total, sino que fueron asesinados por sus oponentes, o debieron dejar la tierra que los vio nacer para evitar mayores enfrentamientos civiles. ¡Por eso son Héroes! Porque se dieron por entero a una causa que no les significaría recompensa monetaria o social, pero mejoraría la vida de otros.
Así como ellos, nuestra Nación ha visto a muchos políticos entregarse por entero para el desarrollo de nuestro País, los hubo, incluso, quienes perdieron la fortuna familiar, como Aníbal Pinto, y otros que se negaron a recibir sueldo porque llegaron para servir al Estado y “no servirse de él”, como Jorge Alessandri Rodríguez; y están también los que, en un mes de septiembre, prefirieron morir a ver su país entregado a la ambición y prepotencia de sus oponentes. Me refiero a José Manuel Balmaceda que un 19 de septiembre murió en la embajada de Argentina, donde se refugiaba durante la Revolución de 1891, y a Salvador Allende quien el 11 de septiembre de 1973 moría en el palacio de La Moneda cuando en Chile se daba un golpe de Estado.
¿Se han dado cuenta la hermosa coincidencia que se da en septiembre? Es el mes en que el frío y oscuro invierno cede el paso a la colorida y luminosa primavera, y a la vez, celebramos el nacimiento de nuestra Patria autónoma luego de siglos bajo el dominio del imperio español. O sea, Chile nace junto con la renovación de la naturaleza, como una promesa de un eterno renacer. Este año esa imagen me parece más vívida que nunca, pues no hay registro en nuestra historia de un invierno que nos haya mantenido en estado de casi hibernación. El invierno que pronto acabará, tenía por misión dejar al descubierto a los verdaderos líderes políticos de nuestro país; nos develó quien es quien en momentos de complejidad mayor como lo ha sido esta pandemia de COVID-19. Evidenció que no basta con hablar fuerte y bonito, o tener muchos títulos y grados académicos para responder a las necesidades reales; dejó en claro que se necesita tener vocación de servicio y amor por la obra, no por el premio.
Nuestros Padres de la Patria eran políticos que soñaron con un mundo mejor para nuestro País. Rescatemos el valor de la Política y no nos confundamos con aquellos que se visten bonito y engalanan títulos o fortunas solo para aumentar sus propios egos. Gracias a la Política y a los políticos es que somos una nación soberana. En nuestras manos está elegir a los más aptos, leales y confiables. ¡Felices Fiestas Patrias!
Por Nidia Araya M.
Profesora de Estado en Historia y Geografía. Licenciada en Educación en Historia y Geografía Universidad de Santiago de Chile.
Magíster en Administración y Gestión Educacional Universidad Mayor
(*) Las opiniones vertidas en esta columna no reflejan necesariamente la línea editorial de «La Vanguardia Chile»