El sábado 21 de julio de 2018 ocurrió un episodio en Conchalí que conmocionó al país: Jorge Olivares, de 84 años, le disparó a su esposa Elsa Ayala de 89, en la sien izquierda. Ella sufría cáncer estomacal y demencia senil y estaba próxima a ser separada de su esposo, pues sería trasladada a un hogar de ancianos. Él, tenía una hernia discal y neumonía. Llevaban 59 años casados. Inmediatamente después, Olivares se suicidó y el caso fue registrado injustamente como un femicidio, engrosando la lista de mujeres asesinadas por sus parejas.
«Del día uno que yo los conocí, el ‘Tata’ manifestó las ganas de suicidarse. Él decía que ya eran un estorbo”, manifestó una de las enfermeras que los cuidaba. Mientras Elsa estaba postrada producto de su enfermedad, el desgaste de Jorge era evidente tanto en lo físico como en lo psicológico producto de los cuidados que su esposa requería y de la soledad que los aquejaba, pues no tenían hijos.
Este caso, que es uno entre muchos, no hace más que retratar una cruda realidad: el rango etáreo por sobre los 80 años es el que mayor cantidad de suicidios registra, con 17,7 suicidios por cada mil habitantes. Los siguen las personas entre 70 y 79 años, con una tasa de 15,4. El promedio nacional es de 10,2, según un estudio de Ana Paula Veira, académica de Gerentología de la Universidad Católica.
Es una cifra que se ve opacada por la mayor relevancia mediática que se le da al suicidio en jóvenes, pero en lo concreto es ampliamente superior. El rango de 10 a 19 años registra una tasa de 5,1 mientras que el de 20 a 39 años es de 12,5.
En los casos de los adultos mayores, en el 88% de las ocasiones la decisión del suicidio la adoptan hombre y con un alto nivel de efectividad: uno de cuatro intentos termina con la muerte, mientras que en los jóvenes se concreta solo uno cada 200 intentos.
Sin embargo, pese a las cifras decidoras, no se han realizado estudios para explicar las causas concretas de la alta tasa de suicidios en ancianos. Según la psicóloga Ana Paula Vieira, «el mayor miedo de los adultos mayores no es morir, ellos saben que eso es una circunstancia. Les tienen miedo a otras cosas: perder su identidad, ser invisibles, no ser escuchados, tener una vida poco digna (…) A veces no quieren morir, sino terminar con su sufrimiento, con el tema de la desesperanza, la falta de camino o que no encuentra los recursos para lidiar con lo que está pasando en su vida».
Hasta el momento, no se han realizado campañas que ayuden a combatir estas cifras y ofrecer ayuda a ancianos en riesgo de seguir incrementándolas. «Creo que no se ha realizado ninguna acción concreta de prevención en personas mayores, todo está enfocado en suicidio en jóvenes», señala Vieira
La psicóloga asegura que es clave cambiar la visión social que se tiene de la vejez. “Es una etapa del ciclo vital, tiene pérdidas, pero también hay muchas ganancias”. Por ejemplo, “que el símbolo del adulto mayor en el Metro de Santiago sea una persona con bastón, que es mostrarlos como enfermos, y lo más peligroso de eso es cuando la propia persona lo toma como verdad para sí, el propio adulto mayor puede enfermarse por eso”.