Corría abril del año 1987 cuando ingresé a un frío edificio. Estaba con el mismo anhelo de miles de jóvenes que han transitado por Santo Domingo 3535. Dicha construcción la diseñó el arquitecto francés Víctor Henry Villeneuve e incluía un cine -el actual «Aula Magna»-, piscina temperada, laboratorios, canchas deportivas, librería, correo, talleres, sastrería, casino, estacionamiento, clínica dental, lavandería y hasta una radio.
No todos hemos gozado de aquella colosal majestuosidad.
Es hoy un liceo de carácter municipal y laico ubicado en la comuna de Quinta Normal (aunque dependiente del Municipio de Santiago), justo frente a la entrada por Santo Domingo del Parque Quinta Normal, y que empezó a funcionar en forma independiente del Instituto Nacional el 20 de mayo de 1902. La idea de fundarlo la tuvo el presidente Balmaceda en 1887, por “la necesidad social derivada de las costumbres chilenas y de la dispersión de las dos terceras partes de la población en los valles y colinas del territorio”. El INBA fue, por lo tanto, el primer internado que levantó el estado de Chile. Y siempre ha sido exclusivamente para hombres.
Originalmente el tamaño de su terreno era de 17 hectáreas, pero hoy, aunque sigue siendo un colegio de grandes proporciones, ha perdido parte de ese metraje. Y su nombre es circunstancial: el presidente Pedro Montt rebautizó el establecimiento en 1907, luego de la muerte del historiador, diplomático y político Diego Barros Arana, como una manera de agradecer su aporte al país, pero no porque Barros Arana tuviera alguna relación con el establecimiento educacional. Glorioso, monumental, con una poderosa biografía que incluye episodios tristes, como los ocurridos luego de Golpe de Estado de 1973 (fue centro de detención), y momentos de incertidumbre académica (estuvo cinco meses en paro ya que fue uno de los colegios que lideraron la Revolución Pingüina), el Barros Arana tiene ganado, hace rato, su lugar en la historia de Chile.
Nicanor Parra fue alumno becado desde Chillán, decía que “sin Barros Arana jamás hubiera existido la antipoesía”.
La historia del Internado Nacional Barros Arana (INBA) es tan contundente como su atrevida arquitectura, el listado de premios nacionales que han pasado por sus aulas, incluye también al ex Presidente Patricio Aylwin.
Pero qué tiene de peculiar el Barros Arana: es un colegio donde todos somos iguales, donde la tolerancia es sinónimo de vida. Donde niños, adolescentes, futuros hombres confluyen desde todos los rincones de Chile para formarse, para obtener con méritos el lado más hermoso de lo que Estado entrega: la educación.
He ahí nuestra placa de honor: más de 20 premios nacionales, todos en su gran mayoría exalumnos “internos”, todos en su gran mayoría de distintos lugares de Chile.
Recientemente ha salido a la palestra la urgente necesidad de modificar el SAE para con el Internado. Se debe permitir que sea escogido sin considerar dónde vives.
Urge una reforma educacional que no sólo le dé dignidad a los futuros educandos, una reforma que también respete nuestra historia, de la cual el Internado Nacional Barros Arana sigue contribuyendo.
“Será posible hoy tanta belleza”. “No teníamos donde caernos muertos. Por algo nos llamaban los inmortales” (Nicanor Parra).
Es un lugar que cambia el destino.
Por Cristián Ramírez Tagle